Por Astro Vida
Desde el siglo I, con el TETRABIBLOS (los cuatro libros sobre la influencia de las estrellas) de Alejandro Claudio Tolomeo, la astrología ha atravesado múltiples miradas y etapas donde, con el paso del tiempo, se fue profundizando y asentando en la experiencia, la incidencia de los astros en la vida diaria.
La etapa animista afirmaba: “Todo sentimiento interior o toda emoción es una entidad astral que ingresó al alma y que puede ser expulsada mediante adecuadas prácticas mágicas”. Ellos creían en que cada ser y cada objeto material, ya sea animado o no, poseía un espíritu.
Luego se profundizó, en la etapa llamada Vitalista, se veía a la vida como un océano vasto y universal de energía en el que todo lo que existe, “se mueve y tiene su ser”. Este punto de vista mundial se origina cuando, de algún modo, es vencido el temor a la naturaleza, es decir, la misma se convierte en un hogar, y dentro de ese hogar a la vida se la ve fluir en el majestuoso giro de su estación, en crecientes y menguantes como la luna, en flujos y reflujos como el Nilo y otros grandes ríos cuyas aguas significan fertilidad.
Los hombres se convierten en granaderos o agricultores, y la vida en esta etapa es una fuerza, que puede ser buena o mala; una fuerza que impregna todas las cosas, y no hay modo de oponérsele ya que es todopoderosa. Pero conociendo la ley de sus crecientes y menguantes cíclicos y trabajando en armonía con sus mareas, el hombre puede utilizar a la vida.
Astrología alquímica
Hasta antes del 600 a.C. la astrología siempre se basó en el “cuerpo” humano (visto como vehículo del espíritu dormido y que debía ser despertado), tratando así asuntos puramente fisiológicos, poco a poco empezó a ser transferido a conceptos Psicológicos, y se concentraría sobre la psiquis humana, el alma, el consciente y el inconsciente. Este nuevo tipo de desarrollo de la astrología se la llamó alquímica.
En el paso del tiempo del hombre en la tierra, y con esta nueva conciencia del hombre mental, empezaron a ocuparse de un orden abstracto, ya no más del cosmos dentro de la naturaleza, sino de pautas ideológicas de “lógica”. El hombre podía gobernar el orden y fabricar un mundo nuevo a partir de ideas; así es como surgieron las religiones de los sentimientos: el Bodhisttva (ideal de compasión), en India y en Persia la Bahkti (ideal del amor o el ideal cristiano de la caridad, del sacrificio y el martirio). Estas religiones también habían liberado a un mundo de los sufrimientos y temores de la naturaleza terrena, pero este mundo solo podía alcanzarse después de la muerte.
Entonces fueron exaltadas la fe, la obediencia ciega y el amor, y se los exalto contra la vida biológica natural. Así surgió la larga historia de las represiones, y empezó el divorcio entre el espíritu y la carne. La iglesia daba la posibilidad de acceder a este mundo celestial, al que solo ella conducía. Y por tanto la iglesia ocupó el lugar de la astrología; lo hizo con muchas festividades y ceremonias, a lo largo del año, que coincidían con las viejas festividades biológicas basadas en la astrología arcaica.
El poder de la astrología a través de los años
Hace tiempo que la astrología, hermana mayor de la astronomía, fue catalogada como hechicería y desacreditada por las sociedades científicas y eclesiásticas, que nunca acabaron de mirar bien a quienes la ejercían. Al astrologo se le techó de brujo, se le temió y envidió por sus supuestos poderes ocultos, pero eso no fue impedimento para que diversas personas, reyes, jefes de estado y papas incluidos, le consultaran a menudo, cosa que todavía sucede en nuestros días.
Hoy en día, la astrología forma parte del bagaje cultural de la humanidad, de sus creencias más ancestrales y arraigadas. Es un arte basado en la observación de lo de afuera para ir adentro, inspirado en la contemplación de lo universal para llegar a lo individual. Estudia entonces, la relación entre los astros y el hombre, interesándose en cómo pueden influir aquellos en la esencia y conducta humana.