Hay muchos jóvenes que están viajando por el exterior, al estilo “mochileros”. Muchos dicen que está de moda, pero para nosotros es todo lo contrario.
No se trata de una “moda”, lo que sucede es que los jóvenes disfrutan cada vez más de su libertad y, en este caso, la plasman en hojas de ruta. Hoy te contamos cómo es la vida de Sabrina y Manuel, una pareja de rafaelinos que decidió recorrer los hermosos caminos de América Latina, sin prisa, pero con pausa.
¿Quiénes viajan en Latina Kombi?
Somos dos los que viajamos en Latina Kombi: Sabrina y Manuel. Muchas veces pensamos en sumar una mascota, ya que cada vez que vemos un gatito o un perrito nos morimos de amor. Pero después lo volvemos a pensar bien y entendemos (una vez más) que sería una complicación ya que no tendríamos con quien dejarlo, por ejemplo, cuando hacemos alguna excursión o queremos entrar a algún Parque Nacional.
¿Cómo surge la idea de realizar un viaje tan largo como el que están haciendo?
La verdad, nunca surgió como un viaje tan largo, sino que se fue dando solo. Un día nos empezamos a preguntar, casi en broma, sobre la idea: ¿Qué pasaría si viajáramos “bastante”? Finalmente, cuando lo decidimos, elegimos no dar tantas vueltas y partir cuanto antes. Pusimos fecha para dos meses y medio más adelante, pero aún teníamos que transformar la Kombi en casa rodante y realmente subestimamos el trabajo que esto implicaba.
Y después de mucho esfuerzo ¡llegamos al resultado deseado! Quizás nos dimos cuenta, una vez que ya habíamos partido, que se necesita de un tiempo considerable para poder recorrer el Continente, sobre todo si se pretende atravesar una cadena montañosa tan densa como Los Andes, y en un vehículo antiguo como es la kombi.
“Y quizás eso fue lo que quisimos romper con este viaje, poder vivir no tan “encerrados” en el día a día, y por supuesto, conocer nuestro bello continente”
¿Cómo eran sus vidas antes de emprender este sueño?
Manuel trabajaba full time pero a distancia, desde nuestro departamento. Sabrina trabajaba en relación de dependencia en una empresa de Rafaela. Los dos teníamos trabajos de tiempo completo, con las típicas rutinas que uno tiene que cumplir o que se generan dentro de la ciudad. Y quizás eso fue lo que quisimos romper con este viaje, poder vivir no tan “encerrados” en el día a día, y por supuesto, conocer nuestro bello continente.
Ahora, luego de más de un año de recorrido, nos damos cuenta de que siempre se terminan generando rutinas, pero en este caso giran alrededor de otras cosas, como por ejemplo, qué ruta tomamos mañana, dónde paramos para poder trabajar (ambos lo hacemos a distancia gracias a la magia de Internet) o dónde conseguir un lugar seguro para dormir si estamos de paso.
¿Por qué eligieron viajar en Kombi?
¡Es una buena pregunta! Primero que nada, es un clásico asociado a viajar y creemos que siempre que se plantea la posibilidad de hacer un viaje largo surge naturalmente como una opción. Quizás lo que nos convenció es que tiene un tamaño ideal, es decir, en el interior se puede tener una casa rodante completa ocupando en la calle poco espacio (similar a un auto común).
De todas maneras, no es que compramos la kombi específicamente para el viaje, sino que, como todo, se fue dando. Como dato curioso podemos decir que, si en la ruta te cruzás con una Kombi, 99% seguro que pertenece a viajeros argentinos. Además de que somos una de las nacionalidades que más viaja por el continente, la kombi tiene esa mística que hace que los argentinos la elijamos (aun sabiendo todos los problemas mecánicos que tienen).
Imaginamos que hoy la Kombi es su hogar, ¿cómo lograron transformarla en una «casa» y que cumpla todas las necesidades que tienen a lo largo del viaje?
Cuando compramos la kombi estaba completamente pelada en la parte de atrás, es decir, era un furgón hecho y derecho. Por esta razón fue que tuvimos que planificar todos los agregados que eran necesarios y decidimos hacerlos nosotros mismos.
Hoy podemos dar fe de que fue casi una locura, ya que no nos imaginamos todo el trabajo que iba a implicar. Pero fue una locura linda y que ahora disfrutamos mucho, tanto en el recuerdo del proceso como en el día a día. Por suerte, después de más de un año de viaje, podemos decir que todo lo que fabricamos funcionó perfectamente. Tenemos dos armarios, una cocina, un sillón que se convierte en cama, y una baulera bien grande debajo de la cama. Es decir, tratamos de aprovechar el espacio al máximo ya que de por sí es muy poco. Por supuesto que durante el viaje te vas dando cuenta de qué cosas funcionaron bien y qué cosas hay que modificar.
Durante el viaje fuimos haciendo modificaciones, como por ejemplo, agregar portaobjetos en todos los rincones que podíamos. El último agregado grande consistió en una tela suspendida con elásticos, casi al ras del techo, que termina formando un pequeño compartimento para poder poner ropa.
Ya conocieron Colombia, Panamá, Ecuador, Perú, ¿qué nos pueden decir acerca de los lugares que visitaron? ¿Qué es lo que más les gustó hasta el momento?
Actualmente nos encontramos en El Salvador. Después de haber recorrido tanto, uno se termina dando cuenta de que, a pesar de que las fronteras entre los países son líneas imaginarias dibujadas por el hombre, cada país termina siendo llamativamente diferente, por lo que resulta muy difícil elegir uno sólo.
En Colombia, los “Pueblos Patrimonio”, como así les llaman, nos sorprendieron gratamente. No nos imaginábamos que podíamos encontrarnos con tal escenario. Son pequeños pueblos coloniales conservados de tal manera que, si no fuera por los autos modernos, uno pensaría que viajó al pasado. Son simplemente una belleza.
También la zona cafetera de Colombia nos regaló algunos de los paisajes más lindos del viaje. Pero en general, si habría que elegir sólo UN lugar, quizás el Machu Picchu se llevaría los laureles como el lugar más bonito de todo el viaje. El lugar en sí mismo es precioso, pero todo se potencia al imaginarse a los Incas trabajando y construyendo esos paisajes increíbles, lo cual, incluso con la tecnología actual sería muy difícil de lograr ya que se encuentran en llamativa armonía con la tierra, la naturaleza y sobre todo con el sol.
¿Alguna comida rara que hayan probado?
En todos lados siempre hay alguna cosa rara que llama la atención o que, incluso, cuesta abalanzarse y comerla. Creo que lo más extraño que hemos probado han sido las “hormigas culonas” que se encuentran en la región de Santander, Colombia. En la época de marzo aproximadamente, luego de mucha lluvia, estas “hormigas culonas” salen masivamente de sus hormigueros así que la gente de la zona aprovecha para recolectarlas. Luego las tuestan, salan y finalmente las venden al público local o a los turistas curiosos. ¡Son sorprendentemente grandes! Pueden llegar a tener un par de centímetros de largo y una cola enorme.
Luego de animarnos a probarlas concluimos que realmente no tienen mucho gusto más que la sal, aunque la textura sí es bien particular.
¿Hasta dónde planean llegar?
Nuestro gran objetivo siempre fue México. Durante el viaje cambiamos mil veces los planes, por lo cual fuimos avanzando en función de lo que sentíamos en cada momento. Actualmente vamos en esa dirección, pero si llegamos a México y podemos continuar, seguramente cruzaremos a Estados Unidos. Aun así, nuestro destino final todavía no está definido.
¿Alguna anécdota que recuerden con alegría?
Uno no sabe que tan lento se puede viajar realmente, hasta que no se sube a una Kombi y sobre todo cuando hay subidas y bajadas tan pronunciadas como las que regalan Los Andes. Un día nos encontrábamos rumbo a Bogotá, circulando por una subida bastante pronunciada con la kombi en primera. Tal era la poca velocidad a la que íbamos, que de repente se asomó un ciclista por la ventanilla derecha. Tan cómico resultó el hecho que, a medida que avanzábamos íbamos charlando con el muchacho, mientras él seguía pedaleando. Luego se prendió de la kombi y lo subimos un par de kilómetros por la pendiente. Finalmente nos invitó a tomar un café (o “tinto”, como le dicen en Colombia) más adelante, en un sitio que era su punto de encuentro con otro ciclista. Así que paramos a disfrutar de ese preciado café con una factura típica de la zona llamada Almojabana, que terminó siendo cortesía de los colombianos.
El mismo día, en otra subida, pasamos al lado de una mujer con sus dos hijos, que iban a la escuela cargando con sus mochilas a cuesta. Inicialmente, los dos pequeños se sorprendieron con ver la Kombi (no dudamos que es un poco graciosa). Pero lo sorprendente fue que, dado que nos desplazábamos tan lentamente a causa de la pronunciada pendiente, ¡ellos comenzaron a correr a la par nuestra! Así fue que durante un tramo compitieron en velocidad con la kombi sin ningún problema, a pesar de estar a 2000 metros sobre el nivel del mar.
Conocé más sobre el viaje de Sabri y Manu acá https://www.facebook.com/latinakombi/