Guillermo Salort: “Estoy en un momento donde saco lo mejor de mí y puedo compartirlo”

Foto: Iván Pinto Ph.

Al momento de buscar nuestro milénico del mes, aparecen varios nombres de jóvenes de la ciudad que están haciendo cosas maravillosas en distintos lugares. Y cuando hablamos de “cosas” nos referimos a que están cumpliendo sus sueños, esas ideas que siempre los movilizaron y que un buen día pudieron concretarlas.

Este es el caso de Guillermo Salort, un joven rafaelino que desde muy chiquito tenía en claro lo que quería ser: baterista. Así fue como, por distintas causalidades de la vida, se le fueron presentando personas, músicos y miles de oportunidades que supo aprovechar. Hoy está donde realmente siempre quiso estar y nos lo cuenta en esta profunda y emocionante nota.

¿Cómo y cuándo nace tu interés por la música?

El interés por la música se da de un caso particular ya que en mi familia no hay un músico o artista tan cercano. En un momento de mi vida (a mis 2 años) mi hermano mayor, que en ese momento tenía 16, empezó a tocar la batería. Mis padres me recuerdan que el primer día que la armó subí a su habitación inmediatamente a chusmear qué pasaba. De hecho, lo recuerdo muy lejanamente, hay fotos, documento de todo. Ahí creo que fue cuando quedé marcado, o pasó porque la vida es así, pero fue claramente lo que me catapultó a todo esto.

De chiquito, mi mamá me llevaba con ella a hacer compras al supermercado, y yo tocaba en el aire, hacía ruidos. La gente le preguntaba “qué hace ese chico?». Mi vieja, por supuesto, les decía que tocaba la batería. En ese momento habré tenido 3 años. También recuerdo de ponerme auriculares y escuchar en el minicomponente cassetes o cds de Nirvana, Lennon, o lo que había a mano.

¿Cuándo descubriste a la batería como tu compañera musical?

Volviendo a la pregunta anterior fue ese el momento en que descubrí lo que me gustaba. Pasó el tiempo, todo fue tomando mayor realidad y dimensión. Por ende, empecé a estudiar en Rafaela a mis 12 años con un grupo de amigos, con los cuales íbamos del mismo profesor que nos enseñaba varios instrumentos. Ahí nos ensamblamos. Al toque me copé mucho y conocí a Diego “Koto” Kestler quien me enseñó todo lo que soy ahora prácticamente. Porque me hizo desde cero, a paciencia y orden. A su vez yo tenía muchas ganas de estudiar, así que nos entendimos perfecto desarrollando una amistad con el tiempo. Más allá de lo práctico – teórico, humanamente me aconsejó mucho.

Crédito: Guille Salort

Siguió pasando el tiempo y a mis 15 años me vine a Buenos Aires a tomar clases cuando podía en relación con el calendario (vacaciones de invierno o fin de año). Eran clases intensivas con bateristas que admiraba de acá. Mi mamá me acompañaba en estos viajes, a quien le agradeceré de por vida.

Recuerdo que al primero de varios que hice ya decidí terminar el colegio en Rafaela para venir a vivir a capital. Me impactaba lo gigante que veía todo. Faltaban unos años aún pero ya la veía como la única posibilidad en mi vida.

No se me cruzó dedicarme a otra cosa, aunque todavía era un adolescente.

Fuiste baterista de reconocidas bandas como Juan Ingaramo, y hoy sos parte de la banda de Marilina Bertoldi y Emmanuel Horvilleur. ¿Cómo fue todo ese camino?

Al principio fue hermoso pero muy duro, porque me vine solo. Viví unos meses con mi hermano mayor (que mencioné al principio) y luego me mudé a una pensión. No conocía a nadie, pero siempre fui inquieto, una virtud para una ciudad tan dura. Si no te arrastra y te echa, creo yo, hay que hacerse de paciencia.

“El primer año es de paseo”, me dijo un músico de trayectoria que me crucé, y ahí entendí todo. No toqué con nadie, solo estudié a full ese año. Conocí la ciudad de verdad. Fui a muchos shows, eventos, master class; hice mis primeras armas, por así decirlo. Al segundo año empecé a trabajar como asistente de Eruca Sativa, cuyo baterista Gabriel Pedernera, era profe mío. Mis últimos dos años en Rafaela estudié con él porque es cordobés y me acercaba a su ciudad. Después el destino nos llevó a vivir en la misma ciudad, en un momento emergente hermoso, en el cual confió en mi y pude insertarme en un primer trabajo. Pero mi deseo, y el de él también, era tocar; asistir solo era una transición. En ese segundo año, audicioné para una banda llamada Artesanales, liderada por Nico Cotton, un productor muy reconocido acá. La relación con Gabriel me condujo a varios trabajos. En el tercer año entré a tocar la batería con LoPibitos, ya que el baterista tenía una gira por Italia de un año con Choque Urbano, un grupo de percusión. Ese laburo puntual fue bisagra, ya que tocamos mucho en vivo y me hizo extender unas raíces de confianza en mí y en gente que confió para que los acompañe. Podría denominarme como sesionista, aunque no me guste el término o no me representa, es lo que hago.

La exposición que tuvo esto llevó a cruzarme con Juan Ingaramo, con quien desarrollamos a su vez una gran amistad. Crecimos en paralelo, su carrera solista tomó dimensión en poco tiempo y pudimos tocar muchísimo por Capital, Argentina y el mundo. El año pasado afortunadamente viajamos a Barcelona, Madrid, Berlín, New York, Ciudad de México, Bogotá, Medellín y Lima. Un sueño para ambos.

En paralelo al proyecto de Juan, otro hermano amigo rafaelino, Brian Taylor, estaba tocando con Marilina Bertoldi. Su baterista partió de gira con otro artista y me invitaron a formar parte del proyecto. También es hermoso compartir algo con una dimensión ya mayor. Marilina es una artista que representa un valor grande para el nuevo rock nacional por así decirlo. Nos vio en situaciones muy hermosas que nos reconforta.

A su vez, en paralelo, me convertí en el baterista “salvavidas” haciendo reemplazos, shows a último momento, hasta llegar a hacer más de un show por noche.

Tuve y tengo la suerte de tocar o grabar acá con mucha gente que admiro, nombrarlos sería una lista extensa. Mis amigos me cargan y dicen “ya tocaste con todos”.

Todo este movimiento me llevó a que me cruce a Rafa Arcaute (productor de Illya Kuriaky, Residente, Spinetta, entre otros). Me vio tocar, se copó, hablamos mucho, y me llevó con Emmanuel Horvilleur, con quien para 2018 volvía como solista luego de disolverse IKV. Un sueño, por así decirlo, ya que a Emmanuel particularmente lo escuché muchísimo en mi adolescencia. No necesitaba sacar los temas para ir a ensayar. Un flash y un referente.

Tuve y tengo la suerte de tocar o grabar acá con mucha gente que admiro.

Hoy en día nos encontramos a full con él grabando el disco que va a salir en agosto aproximadamente. Girando, desarrollando el año. Y en lo personal tocando mucho. Sigo con Marilina, con Juan ya no. Estoy grabando mucho para distintos artistas porque la movida nueva es muy fuerte, y al mismo tiempo ordenando mi vida en sí.

¿Qué te pasa cuando subís al escenario, agarrás los palillos y empezás a tocar?

La verdad es que cuando subo a tocar no pienso mucho, creo q es el momento en que menos pienso, o no pienso directamente. A diferencia del resto del día que uno vive pensando prácticamente. Cómo estoy muy movido, tocando mucho, encontré un lugar de comodidad y placer muy real. Toco prácticamente todos los fines de semana ante mucha exposición y en fin es lo que más amo y me mantiene vivo. Por eso siempre me siento confiado y con ganas de hacerlo. Estoy en un momento donde saco lo mejor de mí y puedo compartirlo, de eso se trata. La música realmente, sin caer en clichés, es un tesoro divino e inexplicable, por eso lo que me genera es tan reconfortante, en mi caso y en el de varios artistas.

El desafío está en aprender a vivir la vida cotidiana, fuera de esto; creo que eso es lo más difícil.

¿Una anécdota que se te venga a la mente?

Anécdotas tengo varias. Una puntual es que a Brian Taylor, a quien conocí en Rafaela a mis 14 años, le hablé puntualmente para tocar canciones de Emmanuel e Illya kuriaky. Hoy en día nos reímos de ese momento por cómo nos encuentra la vida.

¿Soñaste estar donde estás hoy?

Sí, soñé tal cual todo esto. Por momentos me asusta de que todo sea tal cual, pero me ayuda a entender muchas cosas. De que los sueños se cumplen, yo creo que son el motor de la vida o lo que nos mantiene vivo. En mi caso particular, sin un sueño no hubiese podido vivir. Obviamente, los sueños van cambiando. Ahora en base a todo esto, tengo más sueños, pero esos son regalos de la vida. Uno tiene que transitar y confiar en los procesos.

Ping pong milénico

Un artista: Prince

Una canción: cualquiera de Cerati

Un color: ocre

Una estación: finales de la primavera

Un lugar en el mundo: mi casa en Buenos Aires