Con su estilo musical que viaja desde el folk, al rock, pasando inevitablemente por la chanson francesa, Pablo Krantz es un artista con todas las letras. Porque, además de hacer buena música, escribe cuentos y novelas que su tiempo libre (menos de lo que él quisiera) le permite.
Este sábado 8 se presenta en Lorenzo House, en una noche casi primaveral que se presta para disfrutar del ambiente parisino en la esquina más linda de la ciudad.
Pero antes de que llegue ese momento, nos contactamos con Pablo que, muy amablemente, respondió a nuestras preguntas.
¿Cómo entra la música en tu vida? ¿Fue antes o después de la escritura?
Yo crecí en un hogar más bien a-musical, es decir, que no solía escucharse nunca música. A los once años descubrí el rock y quedé absolutamente fascinado; empecé a dedicar todas mis energías a conocerlo todo al respecto. A los catorce empecé a tocar la guitarra, estudiando guitarra clásica pero a la vez tocando la eléctrica, empecé a tocar en las típicas bandas de colegio y a hacer solos pirotécnicos insoportables e interminables al estilo Jimi Hendrix. Luego empecé a componer canciones y tuve mi primera (y única) banda seria que se llamó El Pesa-Nervios. En el 97 decidí hacerme solista y en el 99 saqué finalmente mi primer disco. La escritura también comenzó en mi infancia, primero como lector desquiciado de libros de aventuras y después empezando a escribir distintos tipos de textos. Hasta que en el 97 saqué mi primer libro de cuentos “Dame un coche tan rápido que no lo alcancen los recuerdos”. Desde entonces, publiqué ocho discos y ocho libros, es decir que por ahora mis dos pasiones vienen empatadas.
¿Qué te inspira al momento de componer?
Las canciones en general surgen de un rapto de inspiración súbita, en que se me ocurre una frase, un estribillo, una idea o incluso un título de canción. A partir de ahí viene el largo trabajo para tratar de extraer de ese germen de idea una canción entera; eso puede llegar a tardar años, o a veces sólo semanas. Me inspiro en experiencias que he tenido, en experiencias ajenas, en mis lecturas, en cosas que imagino, en momentos de gran emoción o de descubrimientos súbitos…
Hace unos años se animó a hacer la versión de “Corazón Valiente” de la inolvidable Gilda, en francés, para la película argentina “El Crítico” protagonizada por Dolores Fonzi y Rafael Spregelburd. Un hermoso tema que hasta el idioma galo le sienta bien.
¿Cómo conviven el Pablo músico y el Pablo escritor diariamente?
Se pelean mucho por el tiempo que puedo dedicarles, ya que las horas del día no son estirables y suelo estar muy ocupado. En general, el Pablo que está trabajando en algo que hay que terminar (un libro, un disco) se queda con casi todo el tiempo y el otro Pablo espera su momento de venganza, un tanto ansioso y algo furioso. La actividad del músico suele ser más fácil, porque tiene compromisos con otras personas (conciertos, giras, grabaciones) que lo obligan a ponerse las pilas. La actividad del escritor suele depender más de mi propia voluntad o de mi manejo de los tiempos muertos, y ahí se complica un poco más.
Entre 2002 y 2008 te radicaste en París, donde editaste un disco y escribiste cuentos y novelas. ¿Qué te dejó la experiencia de vivir en la ciudad francesa?
Las experiencias y aprendizajes que me llevé conmigo después de esa etapa parisina son innumerables, pero el principal es haber comenzado a componer, a escribir y a cantar en francés (idioma que hablo desde chico).
Hasta entonces nunca se me hubiera ocurrido hacerlo; desde entonces se ha vuelto una de mis actividades principales, y me ha permitido sumergirme en el fascinante mundo de chanson francesa de una manera que jamás pensé tener la oportunidad de vivir.
Y volviendo nuevamente al presente, ¿qué considerás imprescindible para reinventarte?
Es muy curioso que me hagas esta pregunta, porque la semana pasada me hicieron una nota para el diario El Litoral, me preguntaron qué era lo que más necesitaba un artista en el mundo de hoy y dije que era justamente la capacidad de reinventarse.
Todo lo que no muta, comienza a estancarse y por lo tanto a morir; esto siempre ha sido así pero es aún más así en la actualidad, en estos tiempos en que todo se ha acelerado de una manera bestial.
Lo importante es nunca quedarse quieto, ni mental ni físicamente; no pensar que, cuando algo te resultó, te bastará eternamente con repetir esa misma fórmula para seguir adelante. Hay que mantener altas dosis de curiosidad, no temerle a los nuevos desafíos, a ponernos a hacer cosas que nunca pensamos que terminaríamos haciendo, y no desanimarnos cuando algo nos cuesta o cuando nos toma tiempo adaptarnos a un camino novedoso.
Absorber las influencias y los azares que nos traen los encuentros y las colaboraciones que se van produciendo, y aprender al máximo de los que tienen cosas para enseñarnos, sin cerrar nunca nuestro cerebro o pensar que ya lo sabemos todo.
¿En qué momento te encontrás hoy?
En mi vida en general se alternan momentos de creación, más introspectivos o en todo caso más ermitaños, en los que me dedico a crear nuevas cosas (nuevos discos o nuevos libros), y momentos en los que acabo de editar algo de todo eso que creé y me dedico a tratar de darle vida y difusión. Es decir: momentos de encierro y momentos de sociabilidad, que pueden llegar a ser bastante extremos en ambos casos.
Ahora acabo de editar mi octavo libro (un libro de breves reflexiones ilustradas llamado “Díganle al karma que no estoy”) y mi octavo disco (“Brut”, grabado en Francia a dúo con el cantante francés Fred Raspail) y estoy más que nada embarcado en mover esas nuevas ediciones.
Aunque tengo un nuevo proyecto de escritura en el que voy trabajando lentamente, cuando mágicamente tengo un rato de calma.
Este sábado estarás tocando en Lorenzo House. ¿Qué vas a estar presentando en esta ocasión?
Será un show más que nada centrado en mi faceta de chanteur, es decir de cantante en francés. Alternaré canciones propias en francés con clásicos de la chanson revisitados (Edith Piaf, Serge Gainsbourg, Joe Dassin, Francoise Hardy, Jacques Brel) y un par de traducciones al francés que hice de clásicos rioplatenses (temas de Gilda y Pappo). Más
algunas canciones propias en castellano como para no perdernos demasiado en la franchutería. Es un show por momentos íntimo, por momentos lleno de energía, en el que suelo hablar mucho con el público y llevar la interactividad hasta la fiesta compartida.