“¿Qué revela un cuerpo regodeándose en un circuito que no va a ningún lado? ¿De qué nos habla la humana desobediencia a reproducir el curso exacto de un recorrido? ¿Cómo se pronuncia el cuerpo desde su propio saber? El momento donde la danza y la dramaturgia se estrellan y fagocitan. Ni reunión ni cruce, línea quebrada entre dos, proliferación tentacular. Los movimientos no son palabras y las palabras no cuentan. Fragmentos de memoria, ensoñación de una voz en off que no se oye hacia afuera, continuo devenir que despierta al torso, al cuerpo que anda y desanda sus pasos. Palíndroma es un solo de danza que habla y piensa desde un cuerpo que no se reduce al organismo y un lenguaje que no se reduce a la conciencia”. Así lo expresan Margarita y William en la descripción del programa de mano.
Y es ahí a donde quieren llegar con esta obra: al saber del cuerpo, a la mutación que nos permite como herramienta de expresión, de comunicación. Porque el cuerpo habla por sí solo y no necesita de nada más para decir eso que quiere transmitir.
En “Palíndroma” el cuerpo se permite repetir, reincidir en un movimiento, en un gesto o en un lugar, haciéndolo una, y otra, y otra vez. Porque por más que ese camino sea repetitivo, el cuerpo nunca será el mismo, la situación y el tiempo nunca serán los mismos. Algo nuevo va a pasar. Siempre. En todo momento.
Este martes Palíndroma se luce en La Máscara, en la apertura de la 14° edición del Festival de Teatro de Rafaela, y antes de que eso suceda, nos contactamos con Margarita, que así lo cuenta.

Luego de varios meses de su estreno, llega Palíndroma a tu ciudad natal. ¿Qué sensaciones te despierta esto?
Mucha felicidad. Por hacer esta obra que amamos y disfrutamos enormemente. Y a esto se suma poder compartirla con un montón de gente querida que de otro modo no sería posible, asique sólo buenas sensaciones. Además, el FTR es un contexto especial, de prestigio, intercambio con otros artistas, muchísimos espectadores. Todo muy hermoso para nosotros.
Este espectáculo fue creado, dirigido e interpretado por Margarita, junto a la dirección de William Prociuk. ¿Qué les pasa hoy, cuando recuerdan aquel momento del proceso y lo que fue sucediendo en este camino recorrido?
Palíndroma es una obra que tiene mucho fondo, mucha profundidad porque fue un proceso muy largo. Desde el primer momento comenzamos a pensarla con Willy, acercándonos conceptual y físicamente a eso que nos convocaba, ensayando, probando. En el medio hubo unas interrupciones que hicieron que físicamente los ensayos cesaran, pero no el proceso creativo que habíamos iniciado. Así fue engordando nuestro acervo teórico e imaginativo. Leíamos muchas cosas, escribíamos, mirábamos películas, fotos, planeábamos lo que luego vendría con los ensayos. Ya habíamos trabajado juntos actuando o él dirigiéndome, pero esto representó algo nuevo: hacer converger lo que no teníamos en común, su ser dramaturgo, director, con la danza.
Hoy es hermoso mirar para atrás y tener ese recuerdo. A veces pasa que hacés algo y al poco tiempo ya no es lo que te interesa, o ya estás pensado en otras cosas. Palíndroma aún nos representa, nos convoca, nos dan ganas de hacerla, mostrarla. Continuamente se transforma ese capital escénico del teatro de que cada vez sea diferente, una nueva sensación y la posibilidad de recalcular algo.
Un palíndroma es una expresión lingüística que puede leerse de derecha a izquierda, o de izquierda a derecha de igual forma. ¿Algo así es lo que pasa en esta obra?
No quisiera explicar la obra, porque pienso que lo más interesante es interpelar a que cada espectadxr haga su propio viaje, su propia lectura. Pero por supuesto hay algo del palíndromo como disparador, concepto, estructura, está ahí de muchos modos. Ese recurso literario al traducirse al cuerpo queda totalmente intercedido por otro tipo de coordenadas. «Ana» será siempre «Ana» de atrás para adelante y viceversa, pero traducido al cuerpo esto cambia de manera radical. Volver a pasar por un lugar por más minucioso que sea el trabajo, no será nunca igual. Me gusta pensar la danza como un lenguaje que en sí mismo conlleva la capacidad del cambio, de la mutación. Hacés algo, lo repetís, pero repentinamente podés tomar otra dirección, alterar una dinámica y cambiar el curso de las cosas. Como si uno pudiese alterar lo cotidiano continuamente. El palíndromo físico invita a eso, podés reincidir mil veces en un recorrido y jamás será el mismo, podés recalcularlo al infinito. Mutar, de eso se trata. Cosas que a veces en la vida social cotidiana no son tan fáciles de hacer, explicar, encontrar el modo. Bailando puedo cambiar, arrepentirme, volver, desdecirme, desandar un camino, todo! Porque el cuerpo puede todo eso, entonces hacia allí creo hay que ir, al saber del cuerpo.
¿Qué pasa con el cuerpo en Palíndroma, donde los prejuicios y las estructuras impuestas quedan relegados, dejados de lado?
Bueno, ojalá así sea! Palíndroma es un solo que habla desde el cuerpo, desde lo que un cuerpo sabe y puede decir y hacer con eso que sabe. Creo yo que no hay potencia más fuerte y perturbadora que el saber de un cuerpo porque lo tenemos todxs. y por eso pienso que no es una obra a ser «entendida», sino recibida y abordada desde esta idea. Tiene que ver con empezar a abrir y ejercitar otros canales de comunicación, más relacionados con las texturas, las velocidades, lo perceptivo. Y la danza es un lugar muy propicio para esto. Confío plena y absolutamente en el cuerpo, y no lo digo sólo como bailarina. En nuestro contexto el cuerpo nos salva. Aparearse, acompañarse, juntarse en una plaza, un recital, una fiesta, una manifestación, mezclarse. El erotismo de los cuerpos y la solidaridad física de estar juntxs es el mejor modo de combatir esta era de dispositivos que nos aíslan y poderes que nos quieren débiles y solxs. No hay nada más contundente y humano. En Palíndroma la clave es el cuerpo, femenino, mutante, siempre debiendo otra cosa, con toda su potencia y debilidad.

¿Un mensaje para el público que espera ansioso ver este espectáculo, que abre de alguna manera el FTR18?
Que vengan y ojalá disfruten!