En una intensa búsqueda interior, Rocío empieza a indagar en sus intereses, en querer concretar aquellas cosas que, al momento de finalizar el colegio secundario, la movilizaban. Así fue como decide irse a Rosario para estudiar Relaciones Públicas, carrera que abandonó al tiempo, cuando entendió que el título universitario no era lo que la completaría.
Así que decidió emprender un viaje a Brasil para continuar esa búsqueda que sabía que algún día la encontraría con la Rocío que, en algún lugar, estaba guardada.
Tiempo después, su vida dio un giro inesperado, un giro que no estaba en sus planes, pero que con el tiempo supo que era lo que necesitaba para completar su evolución: ser mamá.
Era muy joven, pero sus ganas, sus inquietudes y sus fuerzas estaban en sintonía para que pueda dar lo mejor de ella. Y así fue. A sus 24 años nace Yuri, su hijo que hoy está a punto de cumplir los tres años y que vino a enseñarle todo lo que ella estaba buscando aprender.
Rocío no es artista, no hace música, ni tampoco rompió ningún Récord Guinness. Pero la simpleza y las ganas de seguir creciendo y contagiando buenas vibras, la hacen una verdadera Milénica.
Hace unos días nos recibió en Pasaje Alvear, su café, su sueño cumplido; el lugar donde puede ser ella misma, a pesar de lo afuera esté sucediendo o dejando de suceder.
Entre mates, plantas y el fresco aire de un mediodía casi otoñal, nos instalamos en el cálido patiecito de Pasaje, donde nos cuenta cómo se va dando todo para, finalmente, poder conseguir eso que necesitaba para completarse.
¿Quién es Rocío Guevara?
Es una persona muy efusiva, que tiene muchas cosas en la cabeza, muchos pensamientos diarios. Es muy inquieta, muy curiosa. Le gusta aprender de todo, saber de todo. No tiene un freno y siempre está proyectando nuevas ideas. Le gusta experimentar y está siempre haciendo algo.
Es cocinera, pero no está de acuerdo con tener el título que todo el mundo le pide al momento de preguntarle qué estudió. Hizo cursos de cocina, pero llegó un momento de su vida en que sentía en que estaba desperdiciando tiempo y dinero, porque necesita aprender de forma diferente. Es una persona distinta, ni mejor, ni peor, distinta. Así que aprovechó a sus abuelas, las que por suerte siguen en pie, para exprimir sus conocimientos de la cocina.
¿Cuándo sentís que nace tu pasión por la cocina?
Siempre me gustó la cocina, pero más de grande fui descubriendo ese camino.
En un momento necesitaba dinero porque quería viajar, entonces empecé vendiendo panes rellenos con una amiga.
Después me fui a vivir un tiempo a Brasil, donde estuve trabajando en un buffet de desayunos que me enseñó mucho y me abrió la cabeza a la cafetería. Ese aprendizaje para mí fue re importante. A pesar de que no entendía mucho el idioma porque el jefe que tenía hablaba poco español, me llevé muchos conocimientos.
Todo eso fue antes de mi hijo, porque al padre, mi pareja, lo conocí una semana antes de emprender ese viaje. Como habíamos quedado muy enganchados, él viajó después para Brasil, nos quedamos un tiempo allá y luego volvimos a Rafaela. Sentíamos que teníamos que hacer otra cosa, entonces decidimos volver.
Una vez en Rafaela, empecé a dedicarme al catering con mi cuñada, cosa que me fue incentivando mucho más, hasta que llegó el momento de ver qué hacía.
Creo que no hay mejor lugar que donde está la familia.
Sueño cumplido
Siempre fui emprendedora. Desde vender muebles hechos de palets, a vender comida, bijouterie; hasta terminar haciendo lo que realmente me gusta que es esto.
Toda la familia es emprendedora. Desde mis viejos hasta mis tres hermanos, cada uno tiene su emprendimiento.
La primera idea de cafetería que tuve fue alquilar un local al lado de lo que hoy es Pasaje Alvear, pero cuando estabamos por pedir habilitación, nos vetaron la idea porque el lugar no tenía baño y algunas cuestiones con las que no se podía avanzar. Así que retomé nuevamente el catering, tratando de olvidarme de eso y de no deprimirme, pero ya había apuntado este lugar.
El local estaba bastante deteriorado y había que hacerle muchas cosas. A mí me gustaba mucho, pero la familia no estaba muy de acuerdo, aunque yo lo quería hacer igual porque para mí era ahí.
Entonces mi mamá, que también es una emprendedora de toda su vida, me dice “yo te apoyo, vamos a darle para adelante”. Así que mi papá me ayudó económicamente, y ahí arrancamos.
Sin la ayuda de mi pareja, mis padres, mi hermana, mi cuñada, todo esto no hubiera sido posible. Hoy me considero bendecida, porque realmente trabajar con la familia es algo hermoso.
Llegar y estar acompañada, cómoda, compartir mates, charlas, es impagable.
Nosotros hacemos todo en el momento, es todo artesanal, casero. La atención es super personalizada. Yo hago mucho hincapié en que se mire a los ojos, sin dejar de preguntar al cliente “¿cómo están?”, “¿necesitan algo?”. Creo que Pasaje es como ir a la casa de la abuela.
Pero además de llevar adelante tu emprendimiento, sos mamá full time. ¿Cómo combinás los tiempos de la cafetería con los de tu hijo?
Es complicado porque ser mamá es súper demandante. El café arrancó cuando Yuri todavía tomaba la teta, entonces costó un poco, pero pudimos. Ahora va al jardín a la mañana, las abuelas lo cuidan, lo traen al café. A la tarde lo cuida su papá, es fundamental para mi la pareja.
Al principio estaba todo el tiempo en el café, pero ahora ya estoy más relajada. Hoy me dedico toda la mañana a cocinar, y por la tarde le doy a mi hijo el porcentaje de mamá que necesita.
Es difícil, pero se puede.
¿Queda algún emprendimiento por cumplir?
Quedan muchos, porque no puedo quedarme con una sola cosa. Tengo muchos proyectos en camino. Hoy me estoy empezando a dedicar a lo que es la ecología, la idea siempre es seguir.
En este momento lo que más me importante como mamá y como sociedad, es hacer un bien al mundo, que es hermoso lo que tenemos y que muchas veces no sabemos valorarlo, así que estoy trabajando desde ese lado.
Desde pequeñas cosas, mostrarle a la gente que se puede hacer ese cambio, que podemos vivir distinto y sin determinadas cosas, para apoyar a la naturaleza.
Lo que más me preocupa es poder dejar algo mejor a nuestro niños.
Ping pong milénico
Un color: azul
Un libro: estoy con muchos libros en este último tiempo. Ahora estoy leyendo “Los principios del Feng Shui”, pero también estaba terminando “Cumbres borrascosas”, que hacía mucho tenía pendiente. Me gusta mucho leer, aunque no tenga tanto tiempo.
Una comida: canelones, niños envueltos de mi abuela y el guiso. No veo la hora de que llegue el invierno para comer guiso!. Soy muy italiana para comer.
Un momento del día: la tardecita
Tu lugar en el mundo: donde esté mi familia
Un sueño por cumplir: la felicidad de todos, en especial la de mi familia.