Su nombre era Ramón o Román Sosa, llegado a San Jorge en los años 50. De trabajar como boyero en una estancia que criaban toros de raza para reproducción, pasó a ser un boxeador amateur. Alrededor de él se tejieron distintas historias y anécdotas, lo que sí se sabe es que Sosita deambuló 30 años por las calles de la ciudad en total indigencia y se recluía en una tapera cercana a la ciudad, donde vivía con un perro negro llamado Falucho.
Tuvimos la oportunidad de dialogar con Héctor Vázquez, director de la obra junto a Raúl Saggini, y esto fue lo que nos contó acerca de “Sosita”.
“Sosita es un unipersonal dramático que se estrenó en 2013. Cuenta la historia de un personaje urbano que arribó a san Jorge en la década del 50 y de trabajar de peón de estancia donde se hacía crianza de toros, despuntaba el vicio con el box y a partir de eso se fueron tejiendo varias anécdotas. Sosita cae en la indigencia por la consecuencia que le provoca el electro shock, a raíz de los golpes recibidos por el box. La primera consecuencia que genera el electro shock es el aislamiento social, por lo cual se va a vivir a un monte de eucaliptos pegado a las vías del tren y luego fue deambulando por la ciudad durante treinta años.
¿Cómo convive Sosita con la soledad, los recuerdos y el olvido?
En esos casi treinta años de estar deambulando por la ciudad tratamos, a partir de la dramaturgia, de contar esa convivencia con los habitantes del lugar, con un amor que perdió en el camino y con su perro Falucho que lo acompañaba. Con una propuesta que es lo que le pasaba a él, en base a los ataques de epilepsia que tenía, algunas cosas se le iban borrando de la memoria y las iba olvidando. Tratamos de hacer un racconto de toda su vida desde el lugar de la soledad, de su sola compañía que era su perro.
La misma gente que lo conduce al tratamiento de electro shock, que era “lo más saludable”, treinta años después “lo rescata” de la calle para internarlo en un asilo de ancianos, del cual también se escapaba porque su hábitat natural era la calle. Ya en la década del ochenta empiezan a aparecer los psicofármacos y en el noventa fue internado en un geriátrico hasta que fallece en el 2011.
¿Qué lugares visitaron con la obra?
La obra ya tiene un recorrido bastante largo en kilómetros, porque fuimos desde La Quiaca hasta el Bolsón, casi cuarenta localidades donde hemos hecho funciones, sumado a todas las que se hicieron en la zona. Ya casi cumplimos las 50 funciones y tenemos la idea de festejar ese número.
En la mayoría de los lugares funcionó muy bien, porque en los pueblos generalmente es algo común encontrar a un linyera dando vueltas por las calles. En las grandes ciudades hoy vemos a miles de personas que deambulan, pero ya no se ven tanto los que en alguna época vulgarmente eran llamados “crotos”.
Agradecemos a Escena Santafesina y al Gobierno de la Provincia de Santa Fe que con este nuevo sistema de estímulos ayuda a que los grupos de teatro independiente de la provincia puedan girar y viajar por otros lugares.