Temazcal: Un ritual prehispánico que prevalece en el tiempo

La primera vez que oímos hablar de Temazcales fue en Ecuador.

Hacía unos meses que nos habíamos lanzado  la aventura de viajar por Latinoamérica y, después de pasar tres meses en el mágico Perú y cruzar al bello Ecuador, llegamos a la Amazonía donde, en un grupo de Facebook publicaban sobre la experiencia de temazcal en el norte ecuatoriano.

Durante nuestra larga estadía en el país de la mitad del mundo, se nos presentó varias veces la posibilidad de hacer un temazcal, pero sentíamos que aún no estábamos preparados y, además, queríamos que esa primera vez sea realmente inolvidable.

Fue recién en México, cuna de estos rituales prehispánicos, que empezamos a encontrarnos con temazcales en cada ciudad o pueblo que visitábamos. Es que en Mesoamérica nació esta terapia de sanación y purificación profunda que se fue expandiendo en el tiempo, manteniéndose viva hasta la actualidad.

Pero cuando llegamos a Mazunte, el pueblito bohemio del Pacífico mexicano que nos acobijó durante un mes, apareció la oportunidad de vivir la experiencia temazcal de la mano de Vive Tours.

Semanawak se llama el lugar. Allí conocimos a Jesús, creador de este espacio de sanación donde, además del temazcal, se dan clases de yoga, de dibujo y meditación, todo relacionado a la cultura maya.

Clases de yoga Kin con Lili Molina en Semanawak

La experiencia fue realmente increíble. 

Profunda conexión con nuestro interior

Vivir la experiencia de temazcal va más allá del bienestar que este baño de vapor produce en nuestro cuerpo y nuestra piel.

Es una conexión con nuestra naturaleza interna, con nuestra madre tierra.

La construcción que se asemeja a una especie de casita, simboliza el útero materno, nuestro origen, de donde venimos antes de llegar a este mundo.

Ahí ocurre todo. Incluso lo que venimos a sanar, a aprender, a perdonar.

Nuestro temazcal fue grupal. Alrededor de quince personas nos encontramos en ese preciso momento y lugar para agradecer a la vida y honrar a nuestros ancestros.

Ceremonia de bienvenida

Para empezar, formamos un círculo todos los presentes.

Jesús, Carlos y Benito guiaban la ceremonia. Temazcaleros con experiencia y sobre todo con vocación de amor.

Pedimos permiso a nuestra Pachamama para poder ingresar a su vientre. 

Cada uno intencionó las cosas que venía a sanar, a perdonar, a soltar. Mientras colocábamos nuestra ramita de eucalipto encendida en la fogata que albergaba a las Abuelitas que ardían en el medio (piedras volcánicas, las más antiguas del planeta).

Veneramos a los cuatro elementos: fuego, agua, tierra y aire. Y de a poco nos preparamos para entrar al Temazcal, pidiendo con respeto permiso a este hogar ancestral.

Ritual de limpieza y  purificación

Llegó el momento del ritual.

Todos sentados en ronda, esperábamos la llegada de las abuelitas que iban entrando de a una para darnos el suficiente calor.

Luego de contar a qué venía cada uno, empezamos a cantar canciones tradicionales que se usan durante la ceremonia.

En español, en inglés, alemán, italiano y francés. No importa de qué lugar del mundo venía cada uno, la intención se hacía sentir fuertemente dentro del útero temazcal.

«Bienvenidas Abuelitas, bienvenidas Abuelitas…», entonábamos a coro mientras la primera puerta se abría para recibir el primer calor, el menos intenso de las cuatro puertas que se iban a abrir durante la noche.

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Continuamos cantando, agradeciendo, soltando miedos, riendo y gritando.

Mientras las Abuelitas se calentaban para darnos más y más calor a medida que ingresaban. 

El sudor corría por nuestro cuerpo, el piso y las paredes rebalsaban de agua, y las respiraciones se hacían cada vez más difíciles. 

Pero por dentro, una purificación interior se encargaba de limpiar nuestra sangre, nuestros músculos y nuestras células, haciendo que las emociones se liberen en risa o en llanto.

Soltarlo todo y sentirse libre

Luego de recibir a las Abuelitas por cuatro veces, hasta llegar a la entrada más intensa, el ritual iba finalizando, sintiendo una inexplicable liviandad y libertad que no podíamos poner en palabras.

El silencio se hizo continuo. Cada uno se quedó reflexionando sobre su experiencia. Cada una fue única  e increíble.

Mientras nos despedíamos del útero sanador, salíamos de a uno agradeciendo y diciendo fuerte «Soy una mujer/ un hombre nuevo/a».

Nos dirigimos todos juntos hacia la piscina para sacarnos el sudor y los desechos que había despedido el cuerpo. Volvimos a armar el círculo que dio inicio al profundo ritual y expresamos palabras de agradecimiento por esta hermosa experiencia.

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