Victoria Frosi: “Me siento en un momento de pura transformación”

Desde muy chiquita, Victoria se sintió estimulada por su familia para crear y transformar todo lo que veía. A los 13 años entra en el mundo de la danza, el cual la lleva a Rosario a buscar esa perfección que necesitaba en ese entonces.

Mientras estudiaba la carrera de Bellas Artes, el ballet empezó a ocupar gran parte de su tiempo, hasta que su sed por seguir aprendiendo la trasladó a la capital del país donde vive el arte en su máxima expresión.

Hoy dirige la obra Sinombre y comenzó a estudiar Diseño Multimedial para aplicar al arte tradicional ese toque moderno que tanto necesita.

Vicky es nuestra milénica de mayo, y nos cuenta todo en esta profunda nota.

¿Quién es Victoria Frosi?

Soy inquieta, ansiosa, multifacética, siempre con necesidad de hacer distintas cosas. Me aburro fácil, tengo la necesidad de cambiar continuamente. Soy muy filosófica, muy profunda, al punto de ahogo de la profundidad que le encuentro a las cosas.

Vivo en la estratósfera la mayor cantidad del tiempo, en mi cabeza, en mi imaginación. Soy artista más que nada. Soy muy emocional y muy racional, las dos cosas al mismo tiempo. Estructurada para el trabajo, desestructurada para la creatividad.

Soy esto según el punto de vista de Victoria Frosi, pero debo ser más cosas que las que acabo de nombrar. Tengo muchas caras. Para las personas del trabajo soy de una manera, y para compañeros en el ámbito artístico soy totalmente diferente; y lo mismo con mi familia y con mi pareja. Muto mucho dependiendo el contexto en el que estoy. Mi personalidad se amolda a la necesidad del momento, soy muy adaptable. Pero al mismo tiempo creo que soy bastante auténtica, mantengo la esencia. Lo que se modifica según el contexto es mi manera de proceder, pero siempre dando el mismo mensaje.

¿En qué momento sentís que empieza tu interés por el arte?

No tengo un momento. Creo que el arte está adentro mío desde que tengo uso de razón, desde muy chica. Para mí todo siempre era algo creativo. Si bien no lo podía expresar hacia afuera por falta de recursos, en mi cabeza siempre existían manifestaciones artísticas.

Recuerdo que iba por la calle mirando colores, observaba el movimiento. En otoño me daba piel de gallina ver las hojas en el suelo con todos esos colores dorados y ocres, y escuchando el sonido de mis pies rompiéndolas, y una brisa que pasaba y las movía. En todo eso veía algo artístico y me generaba la necesidad de hacer algo con eso: dibujarlo, pintarlo, poner ese momento en algún lado.

Probablemente mi mamá me habrá dado crayones de colores y pintaba; o me habrá puesto música y me puse a bailar; o nos habrá dado instrumentos de juguete para probar hacer música. Así que desde muy chica fui influenciada por el arte, por eso no tengo un momento específico.

Casi llegando a tus 20 años descubrís el mundo de la danza, ¿cómo fue eso?

Descubro el mundo de la danza desde más chica, pero a esa edad descubro el mundo más profesional. Comencé danza en el instituto de Viviana Musso en Rafaela, al mismo tiempo de empezar la secundaria.

Y al momento de la universidad me voy a Rosario y decido empezar danza moderna en un instituto que me recomendó Viviana. Como siempre me había quedado pendiente hacer ballet, empecé en instituto Idam que era bastante exigente, y de pronto estaba haciendo tres horas diarias de danza de lunes a viernes, y el cuerpo empezó a vivirlo de una manera más profesional.

Cuando era más chica había probado por unos meses hacer ballet, pero por indicación médica no pude continuar, y siempre me quedó el bichito de la danza clásica picándome. Así que a los 18 años arranqué definitivamente.

Pero todo terminó de explotar en el año 2013 que ingreso al taller del Teatro San Martín de Buenos Aires con 23 años, y ahí descubrí este mundo super mega profesional en donde salen artistas de primer nivel. Para mí eso fue muy loco, porque hasta ese momento no estaba ni cerca de la técnica que tenían mis compañeros. Pero se ve que algo había en mí, condiciones, ganas, y tenía tanta sed de aprender que lo disfrutaba mucho y tenía muchas ansias de saber más, lo que me permitía crecer muy rápido.

«Pero todo terminó de explotar en el año 2013 que ingreso al taller del Teatro San Martín de Buenos Aires con 23 años».

Lo viví como un torbellino feliz; un torbellino que me dio muchas herramientas, no solo para la danza, sino también para la vida. Fue un antes y un después, totalmente premeditado, buscado por mi parte, y eso me llenó el vaso y sació todo lo que yo necesitaba de la danza.

Hubo muchos momentos de oscuridad porque me enfrenté a mi misma y a mis fantasmas, pero todos esos momentos que viví fueron más una cosa personal, y todo lo que la danza tiene de feo en ese mundo de la competitividad, no la viví porque fue una parte muy inconsciente, yo estaba en otra, la competencia era conmigo misma.

«Lo que me dio la danza fue siempre un placer, y me enseñó mucho para poder transmitir a otros».

Con mucha dedicación, la danza llegó a convertirse en una de tus mayores pasiones, ¿Cómo te ves hoy frente a esa disciplina?

Me veo en un cambio muy marcado, muy profundo de mi vida. Estoy en un momento de transformación total frente a esta disciplina. La danza es la mayor pasión de mi vida. Pero llegando casi a mis treinta años, como una necesidad física y social, la danza empezó a ocupar otro lugar, un poco más desde el análisis, desde el afuera.

Este año va a ser el primero de casi veinte años, que no me voy a subir a un escenario, no voy a hacer el papel de intérprete, por lo menos hasta ahora no surgió ninguna propuesta. Pero estoy con otras prioridades en mi vida, y me estoy enfocando en la danza más desde la enseñanza, más de observadora. Pero al mismo tiempo, profundizando aún más. Siempre profundicé, pero siempre también existió la parte superficial de lo que se ve. Hoy me encuentro profundizando las técnicas de entrenamiento, pero viéndolo para el afuera.

Empecé el año haciendo una temporada de mi obra que salió el año pasado en Prodanza. Mi obra se llama Sinombre y ahí estoy muy metida en la parte coreográfica, compositiva, mirando la obra como un todo, el mensaje en sí. Y estoy profundizando en guiar al grupo de intérpretes. Me siento en un momento de pura transformación.

Vamos a hacer dos funciones más el 18 y 19 de mayo en Parque Patricios. Y voy a continuar ahondando desde el lugar de la observación.

«La danza es la mayor pasión de mi vida».

En el transcurso de ese perfeccionamiento, empezaste a experimentar en el yoga. ¿Qué lugar ocupa en tu vida esta práctica oriental?

En realidad,el yoga aparece en un momento de necesidad. Cuando estudiaba en Rosario en el Instituto Idam y pasé al ballet, pasé a hacer de seis horas semanales de danza a alrededor de veinte.

Venía trayendo un problema serio en la columna, un problema que en la adolescencia me obligó a usar un corsé de plástico. La danza me hacía bien y sobre todo a la espalda, pero cuando te pasás de ejercicio y tenés una exigencia mayor, mi musculatura no lo soportaba.  Tenía muchos dolores corporales, el cuerpo no resistía.

Y en ese momento, una prima mía que vive en Rosario y que practicaba yoga, me cuenta de esta práctica, así que me animé a probar. Ya había escuchado que hacía bien y los médicos también me lo habían recomendado para la columna.

Empecé con ashtanga yoga, que es un tipo de yoga dinámico que me fascinó, y enseguida empecé a sentir las mejoras. Mi cuerpo empezó a tener tono en los músculos internos y gracias a eso podía sostenerme mucho más. Y los músculos más superficiales, que estaban un poco más rígidos, empezaron a elongarse y me hizo muy bien.

Dejé de sufrir de presión baja, se me regularizó toda la parte digestiva y hasta mi cabeza estaba más despejada, podía concentrarme más.

El yoga es una técnica que trabaja todos los cuerpos, desde los físico hasta lo mental y emocional, y todo empieza a ser una cadena que se equilibra.

«Es una técnica que me cambió la vida, y a la par hacía danza y todo ese conjunto se convirtió en una retroalimentación».

Como al año siguiente tenía pensado irme a vivir a Buenos Aires, tomé al yoga como una forma de ingreso a futuro, como una posibilidad de enseñar la técnica, así que hice el instructorado en Hatha Yoga.

Pero después tuve la necesidad de traspasar ese conocimiento. A mis compañeros del San Martín comencé a enseñarles y todos quedaron fascinados, y tenían muchísimo mejor estado físico para la danza.

Es algo que al día de hoy sigo practicando, siempre he dado clases, y con los años empecé a adentrarme en la parte de la meditación, investigando acerca de los chakras, buscando una conexión con lo real. No como algo místico, sino como algo que sucede de verdad.

Hoy en día el yoga está siempre presente, es lo que me mantiene equilibrada. Y esa contradicción humana que todos tenemos, que te empuja para un lado y para el otro, el yoga hace que se estabilice.

Siento la necesidad de en un futuro poder enseñar yoga, porque es algo que quiero devolver.

 

¿En qué momento te encontrás hoy?

En este momento de mi vida me encuentro trabajando mucho, estudiando mucho, para poder completar el círculo de mis estudios. El año pasado tomé la decisión de comenzar una carrera que se llama Diseño Multimedial, y entre el trabajo y el estudio, me ocupan todo mi tiempo.

Trato de capacitarme para poder darle una vuelta de rosca al arte y poder llevarlo al mundo actual. Yo estudié Bellas Artes en Rosario, luego danza, pero siempre desde técnicas bastantes tradicionales, pero me cuesta poder insertarlo al mundo moderno.

Todo eso me llevó a preguntarme para qué estudio arte, qué quiero hacer con el arte, y lo que en realidad quiero es comunicar, dar un mensaje, poder generar algo nuevo en este mundo. Y siento que como avanza todo y el cambio constante que se genera, el arte tradicional queda un poco apartado y cuesta llegarle al otro desde ese lugar. Entonces estoy buscando sumarles a esas carreras tradicionales algo nuevo, y poder llegar al otro con la cabeza que tiene hoy en día y a la transformación que se le genera constantemente.

¿Qué se trae Vicky para lo que resta del año?

En lo que respecta a la danza, sigo con las funciones de Sinombre. Las próximas son el 18 y 19 de mayo en Galpón Face (Parque Patricios)

En cuanto al resto, quiero seguir estudiando y, si surge, tengo pensado llegar a hacer algún seminario sobre entrenamiento de la danza, aplicado a la danza tradicional y contemporánea. Ya estoy estableciendo algún contacto con Rosario y probablemente se dé alguna conexión con algún instituto de Rafaela.

También estoy trabajando en un video difusión de mi obra dentro de una materia de la facultad, y viendo como fusiono todo lo que tengo con estas maneras modernas que nos trae hoy el mundo.

Ping pong Milénico:

Un color: violeta

Un pasatiempo: dibujar

Un artista: Laurie Anderson

Un libro: El Principito

Tu mayor influencia: no puedo elegir uno de los dos, pero sin duda, mis padres

Un momento del día: cuando llego a casa

Tu lugar en el mundo: aún no lo conozco. Tailandia se acerca bastante a lo que puede ser mi lugar